-Eh, ¿qué pasa? ¿Por qué sonríes tanto?
-¿No se puede sonreír o qué pasa?
-Sí, pero no tan exagerado.
-Está bien: sonrío porque me gusta estar aquí contigo, y en este momento, sobre todo.
-¿De verdad?
-De verdad. Me gusta...
-¿Qué te gusta?
-No puedo decírtelo, es una estupidez.
-Me gustan tus estupideces.
-Lo que me gusta es poder mirarte a los ojos e imaginarme que somos un par de viejecitos con docenas de hijos y nietos correteando por casa.
-¿En serio?
-No, no te asustes, es mentira.
-Pensé que te habías vuelto loca.
-Sí, loca de amor, porque me gusta mirar en tus ojos y perderme dentro de ellos. ¿Sabías que los ojos no se acaban nunca? Y si lo hiciesen, un duende se encargaría de abrir la puerta y continuar buscando secretos.
-¿No se puede sonreír o qué pasa?
-Sí, pero no tan exagerado.
-Está bien: sonrío porque me gusta estar aquí contigo, y en este momento, sobre todo.
-¿De verdad?
-De verdad. Me gusta...
-¿Qué te gusta?
-No puedo decírtelo, es una estupidez.
-Me gustan tus estupideces.
-Lo que me gusta es poder mirarte a los ojos e imaginarme que somos un par de viejecitos con docenas de hijos y nietos correteando por casa.
-¿En serio?
-No, no te asustes, es mentira.
-Pensé que te habías vuelto loca.
-Sí, loca de amor, porque me gusta mirar en tus ojos y perderme dentro de ellos. ¿Sabías que los ojos no se acaban nunca? Y si lo hiciesen, un duende se encargaría de abrir la puerta y continuar buscando secretos.
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